Cambio de rumbo con López Obrador

l cambio principal con López Obrador es que su elección genera una ruptura política real en México

El resultado de las elecciones en México fue consistente con las expectativas. López Obrador fue el favorito por un gran margen y ganó con 53% en la primera y única ronda. Ya se esperaba el triunfo de López Obrador en los dos últimos procesos electorales, pero la falta de transparencia en la elección evitó que ganara en dichos procesos anteriores.

Esta vez, López Obrador estuvo muy a la delantera en las encuestas y esto fue, al final, confirmado por el voto. El candidato puntero ganó con 53% de los votos después de la primera ronda mientras que el líder de la coalición de la derecha se quedó solamente con el 22% y el candidato del PRI con 16%.

Esta enorme victoria que ya se esperaba de acuerdo con las encuestas pre-electorales, no tomó a nadie por sorpresa. Los inversionistas ya conocían los cambios que vendrían en México. Por tanto, el peso mexicano solamente se depreció de forma temporal.

El cambio principal con López Obrador es que su elección genera una ruptura política real en México. La izquierda no ha tenido el poder durante décadas y la gente ya deseaba un cambio real. Es una transformación interesante. En muchos países donde se ha podido observar un sólido movimiento político, esto ha significado también un giro hacia un mayor populismo y hacia la derecha del espectro político. En México, se va hacia la izquierda.

El candidato ganador fue elegido por su promesa de luchar contra el crimen, la corrupción, la pobreza y la propuesta de mejorar las condiciones de seguridad en México. El presidente actual, más a favor de la empresa y el sector privado, no fue capaz de mejorar estos factores. Asimismo, se espera que pueda mejorar el poder adquisitivo de la población, que se ha estancado.

En su primer discurso televisado, López Obrador ha dicho que respetaría a las instituciones mexicanas, en particular a la autonomía del banco central y los contratos petroleros ya aprobados bajo la presente administración. En otras palabras, no desea iniciar una revolución espontanea en las instituciones.  Ha dicho también que no va a nacionalizar empresas o acabar con el TLCAN ya que es en el interés de los mexicanos mantener los actuales lazos tanto con EEUUS como con Canadá. México es muy dependiente de sus socios económicos como para salir del acuerdo comercial.

El presidente electo se ha enfrentado con frecuencia con el sector privado, por lo que la incertidumbre por su programa se ve limitada a las empresas mexicanas.

Lo qué podemos interpretar de esta elección

Una primera consideración es que el presidente electo no tomará posesión antes del próximo mes de diciembre. Es un proceso largo de transición y es probablemente un poco ineficiente. ¿Qué hará el gobierno actual en los próximos 6 meses? Probablemente nada y si lo hicieran, no sería necesariamente consistente con la estrategia del nuevo líder. Esto es poco común ya que las negociaciones del TLCAN continúan y son un tema muy relevante para México.

Durante este periodo, se desarrollaron las elecciones generales y probablemente el nuevo presidente tendrá una mayoría en ambas cámaras del congreso.

La segunda consideración es la posible divergencia entre la estabilidad económica, el gobierno debe mantener el nivel de crecimiento, y la aplicación del programa político propuesto durante la campaña. Este arbitraje es una medida clásica, especialmente cuando el gobierno cambia de estilo y dirección. El proceso puede ser más brutal cuando el presidente electo representa a un partido que no ha estado en el poder por un largo periodo.

Hemos visto lo anterior ya en Francia con François Mitterrand al inicio de los 80’s (Mayo 10, 1981). La izquierda llegó al poder y sus partidarios (ministros y presidente incluido) querían un cambio rápido en todas las áreas. Se aprobaron muchas leyes y se generó un desorden real en la arena económica con tres devaluaciones del Franco en 2 años. No fue sino hasta 1983 que el gobierno francés cambió de opinión.

Con México, debemos pensar en un proceso que podría imitar al anterior. El nuevo gobierno debe ofrecer garantías para su electorado y asegurar que el cambio político es más fácil de implementar que un cambio profundo en el aspecto económico. El lado positivo para México es que este proceso político se verá limitado por las negociaciones del TLCAN. Esto significa que el riesgo de una divergencia fuerte y duradera es también limitado. Esta es también una razón para pensar que López Obrador no asumirá un estilo Chavista de gobernar.

La tercera consideración será la posibilidad de reducir la criminalidad, la corrupción y la pobreza. Todo esto es una meta a largo plazo y la duda es si el nuevo gobierno será capaz de esperar a dicho largo plazo. El riesgo por tanto es iniciar una sólida operación que pudiera desestabilizar a la sociedad.

Conclusión (aunque temporal)

El aspecto más interesante en cuanto a México es que la victoria de López Obrador ya se esperaba y no hubo sorpresas. Los inversionistas conocen su programa ya que hubo fuertes discusiones antes de la elección. Esto y el primer discurso de corte conciliador del presidente electo explican el movimiento tan neutral de los mercados financieros.

Quedan dos riesgos por plantear: el primero es que falta mucho para la toma de posesión en diciembre. Pueden ocurrir muchas cosas durante los próximos 6 meses, notablemente por lo impredecible del vecino de México. Debido a que México atraviesa por importantes negociaciones para el TLCAN, existe un riesgo de divergencia entre las intenciones del presidente electo y el gobierno conservador en turno. El segundo riesgo es el arbitraje entre las propuestas políticas desarrolladas durante la campaña y la estabilidad económica. Ambos factores no son necesariamente consistentes y pueden constituir una fuente de volatilidad en la percepción del panorama de México. Debemos poner mucha atención a estos riesgos para entender la trayectoria mexicana y su perfil en los mercados financieros.

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