La transformación digital, en diversas ocasiones, es confundida con una estrategia de tecnología, cuando realmente es un tema puro de negocios, donde los datos -como un “nuevo petróleo”- sirven para mover industrias y tienen su propio valor cuando son “refinados” o estructurados, a tal grado que 75% de las empresas en América Latina hablan de ella y la están adoptando. Para IDC, la principal firma de inteligencia de mercado, servicios de consultoría y conferencias para el sector de Tecnologías de la Información y Telecomunicaciones, el súbito interés en dicha transformación tiene que ver con una mejor experiencia del cliente y una transferencia radical en el valor percibido de servicios, que hace a diversas verticales buscar desesperadamente este cambio.
La oferta y el valor están haciendo que empresas ganen y pierdan relevancia para el mercado, y dos habilitadores clave en este sentido son las redes y la nube. “Grandes corporaciones, por ejemplo, los bancos, se definen ya como empresas de datos, no de dinero. La empresa líder -a diferencia de la gran mayoría de las compañías- toma riesgos en pro del compromiso con sus clientes, utiliza red, nube, movilidad y seguridad, pero no los ve como elementos de diferenciación en procesos internos, sino como formas de brindar mejores servicios a su mercado; utilizan IoT y Big Data para incrementar su relevancia”, comenta Oliver Aguilar, Gerente de Investigación para IDC México.
Aún existen una gran cantidad de empresas que piensan que la lucha es hacer que las tecnologías adoptadas previamente sigan funcionando (virtualización de infraestructura, modernización de ERP, etc), y esa sólo una parte de la realidad. Utilizan tecnología de redes, movilidad y nube para mejorar procesos internos, se preocupan por aumentos en la productividad y por formas de reducir costos, sin embargo; las empresas líderes van más allá, asumen estas adopciones como algo básico, y buscan generar mayor adquisición y retención de clientes; están pensando en nuevos productos y servicios mejorados con analítica y, sobre todo, en nuevas experiencias para sus clientes a través de una mezcla de interacciones y resultados “inesperados”, y lo hacen asumiendo un gran riesgo.
Hacia 2020, para América Latina, la compra de dispositivos 4G crecerá 57%; la inversión en sensores IoT 120%; los servicios de conectividad 145%; la infraestructura de nube 184%, y las aplicaciones 113%. El esquema que se conoce va a cambiar radicalmente durante los siguientes 3 años: más dispositivos que utilizan más aplicaciones y se conectan entre ellos para compartir información que será almacenada y analizada.
En la región, también hacia 2020, habrá un incremento del 129% de gasto en Big Data y en analítica; las empresas invertirán $13,804 Millones de dólares para fortalecer la experiencia “omnicanal”. Las verticales que más están cambiando, a nivel Latinoamérica, son las que tienen mayor contacto con usuarios (“de cara al cliente”), como retail, banca, hotelería y salud; por otro lado, manufactura y logística también experimentan parte de esta transformación, aunque por un tema principalmente empresarial.
Algunos ejemplos de dicha transformación en la región son:
- Retail: La inversión en movilidad hará que se duplique la inversión de redes inalámbricas inteligentes hacia 2018.
- Banca: 30% de las transacciones será mediante asistentes personales cognitivos e inteligencia artificial hacia 2020.
- Salud: 30% de las redes permitirá recopilar datos y capacidades cognitivas para hacer pre-diagnósticos, reduciendo 30% del tiempo de consulta de los médicos hacia 2020.
- Manufactura y logística: 60% de las cadenas de suministro utilizarán redes inteligentes y analítica para predecir la demanda y desarrollar nuevos productos hacia 2020.
Sobre el valor de los datos mediante analítica, en México, sólo el 5% de las empresas monetizan estos datos “refinados”, es decir, utilizan la información para realmente producir ingresos extras mediante su venta. Sin embargo, IDC prevé que esta situación cambie a medida que el potencial y el valor de los datos se hagan más evidentes con los éxitos de líderes arriesgados, que comienzan a plantear cómo sería cobrar a sus clientes por un resultado, más que un producto o un servicio, con la única brújula de los datos y los escenarios que pueden predecir.