Vanity Fair México, Martha Debayle engalana la portada de febrero

Dice el refrán que no hay mal que por bien no venga y la mexicana de origen nicaragüense, Martha Debayle, lo sabe mejor que nadie.

Dice el refrán que no hay mal que por bien no venga y la mexicana de origen nicaragüense, Martha Debayle, lo sabe mejor que nadie. Desde pequeña, siendo una niña hiperactiva, rebelde y jovial, soñaba con la música. Con apenas 19 años, recién comenzada su carrera de diseño gráfico, sintió un pálpito incontrolable: cambar el lápiz por el micrófono. Consiguió un empleo en una estación gracias a un conocido. Todo pintaba de maravilla, pero seis meses después recibió la llamada del jefe.

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Treinta años después de haber sido humillada y despedida, Debayle es una de las locutoras más famosas de Latinoamérica. Su empresa MMKGroup, ya tiene tres revistas, casi 100 empleados y goza de un crecimiento de más del 120% desde 2014.

Fuerte, imponente, compleja y sencilla son características que la definen a sí misma y que sin duda, la conectan con gran parte de sus oyentes: “desde chiquita siempre fui histriónica, hiperactiva, bailaba, hacía chistes, en las fotos siempre salgo poniendo caras, poses. ¡Me encantaba llamar la atención! Nunca tuve llenadera, no conozco la paz interior. Y eso es el motivo por lo que la gente conecta conmigo: no soy de esos que dicen yo soy relax, medito, etc. ¡Cero!…” dijo Debayle.

El momento de mayor crisis e incertidumbre llegó en el año 2000 con la ruptura de su primer matrimonio: “Como buena mujer latina, siempre sentí que había que casarse, tener hijos, comprar una casa y tener perros. Cuando lo conseguí, a los 32 años, fue el gran momento de mi vida. Pero cuando mi matrimonio no funcionó la pasé fatal. Mi vida se rompió porque no tenía vida. Tuve que regresar a casa de mi mamá y cinco noches de siete, lloraba. Estaba perdida, no sabía dónde ir. Pero me di cuenta de que lo más importante era yo misma: mi vida personal, mi trabajo, mi carrera. En el fondo agradezco a mi exmarido la separación. Gracias a esa experiencia soy la mujer que soy. Sólo ese día asumí el trabajo y la envergadura de la responsabilidad que tenía conmigo misma en el mundo. Me dije: tengo que ser alguien, indistintamente de que haya un marido o una casa. Cuando te ves sola, eso te impulsa a mirar adelante” dijo

Martha habla de sus oyentes como una profesora orgullosa de sus alumnos, y comentó a Vanity Fair que lo mejor de su trabajo son “mis cuentahabientes, así llamó a los fans de mi programa y así se autodenominan ya. Los bauticé así porque la palabra audiencia o radioescuchas se escucha muy mal. Me escucha gente con mente abierta, gente que quiere aprender, crecer y mejorar y evolucionar. La gente aprecia mi programa porque se sienten tomados en cuenta, se sienten respetados. Hoy oirán a un experto francés hablando de cómo se hace la champaña y mañana oirán a un hombre de Camerún hablando sobre sus costumbres…Mi trabajo es gratificante, increíble. En diciembre, regalé un millón de pesos, porque yo no hago radio para jodidos, sino para gente chingona que quiere aprender y crecer. Asumiendo que ellos son igual de inteligentes que yo”.

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