Pedro Algorta, nació en Montevideo en 1951 y es uno de los 16 supervivientes del avión uruguayo que se estrelló en los Andes en 1972. Después del accidente, vivió en Buenos Aires, donde se graduó en Ciencias Económicas en la Universidad de Buenos Aires, y luego obtuvo un MBA en la Universidad de Stanford. Tuvo una exitosa carrera empresarial como ejecutivo de varias compañías: Techint, Quilmes, Campofrío y Peñaflor, entre otras. Está casado y tiene tres hijos y dos nietos.
La obra.
Las montañas siguen allí rompe el silencio de uno de los supervivientes del accidente aéreo que tuvo lugar en Los Andes el 22 de diciembre de 1972; accidente al que sobrevivieron 16 de los 45 pasajeros tras 70 días en la montaña. Cada superviviente tiene su historia y, tras más de 35 años de silencio, Las montañas siguen allí recoge la de Pedro Algorta: cómo se enfocó en las situaciones vitales más básicas para no desfallecer, cómo se integró en el grupo y las estrategias para sobrevivir.
A través de esta obra Pedro Algorta, además de relatar su vivencia durante esos 70 días, recoge la lucha por rehacer su vida con la montaña a cuestas, en su mochila, y sus reflexiones. Todo ello acompañado de códigos QR que remiten a vídeo-testimonios del autor, testimonios de otros supervivientes y vídeos que se emitieron tras el accidente. ¿Qué aprendizaje has extraído de esta experiencia y cómo lo has aplicado tanto a tu vida personal como en la profesional? Video de los supervivientes con las primeras declaraciones que hacían a los medios de comunicación sobre la forma en que se alimentaron.
Resalto Pedro Algorta durante el evento:
«Lo nuestro fue increíble, extraordinario, pero vivido y hecho por un grupo ordinario. Cualquier grupo de personas, con las condiciones de edad y salud que nosotros teníamos, hubiera hecho lo mismo y, eventualmente, habría sobrevivido. Tú también lo podrías haber hecho si hubieras estado en nuestro avión. Nuestra ordinariez, en definitiva, enaltece al ser humano. Todos somos capaces de sobrevivir a nuestros Andes».
«No podríamos haber sobrevivido de manera individual, lo nuestro fue una tarea grupal que surgió del deseo individual de supervivencia. Cada uno se quería salvar, pero nos necesitábamos y sabíamos que teníamos que trabajar juntos para tener posibilidades de sobrevivir. El instinto de supervivencia, esa sagrada pulsión, es individual pero de forma instintiva sabemos que tenemos que trabajar en grupo, de manera coordinada, para que cada uno tenga más posibilidades de salvarse».
«La estructura de liderazgo y autoridad del grupo cuando éramos un equipo de rugby no sirvió para enfrentar la montaña. Tuvimos que cambiar y adaptarnos a lo que estábamos viviendo. Debimos hacernos cargo de nuestra nueva situación y, desde nuestras debilidades y fortalezas relativas, varias personas ejecutaron los actos de liderazgo necesarios para enfrentar los nuevos desafíos».