Es difícil imaginar un candidato que parezca, en teoría, mejor que Kuczynski para dirigir a un país latinoamericano en su momento post-populista con precios de las materias primas en baja. Ex banquero central, ministro de Finanzas y ejecutivo de Wall Street, PPK como se lo conoce, habla tres idiomas con absoluta fluidez.
Contemplativo e intensamente dedicado a integrar a su país al presente, rehúye los operadores y recibe las preguntas con una apertura poco frecuente. Conoce a todos los que son alguien en las finanzas del desarrollo mundial y está proponiendo un plan de vender inmediatamente bonos públicos por US$6.000 millones para financiar proyectos de infraestructura en su país subdesarrollado y sub-apalancado. Aprendió temprano la importancia del servicio público, viviendo de niño en el Amazonas cuando su padre, médico nacido en Berlín, ayudó a erradicar la lepra en Perú.
Sin embargo, a los 77 años, Kuczynski se enfrenta a Keiko Fujimori, de 41 años, la hija fiel a un libreto y políticamente ávida de un ex presidente encarcelado que promete frenar la delincuencia en alza a la manera en que su padre derrotó el terrorismo maoísta un cuarto de siglo atrás. Hacer campaña no es el fuerte de Kuczynski. Él transmite una sabiduría serena; ella lanza fuego. Si bien la encuesta Ipsos más reciente la muestra con ventaja en vísperas de la votación del domingo, hay una décima parte de los peruanos que todavía siguen indecisos. Llevaron semanas empatados.
“Ella es una política brillante mientras que él es totalmente apolítico”, observa Julio Cotler del Instituto de Estudios Peruanos en Lima. “Él toca la flauta y el piano, ha escrito textos académicos serios y fue un alto funcionario. Pero no tiene verdadero capital político en la base. Y la inseguridad por la delincuencia es la mayor preocupación de los votantes en este momento”.
La “nonchalance” de Kuczynski fue evidente cuando, en medio de su carrera cabeza a cabeza, viajó una semana a Nueva York. Su hija menor, Suzanne, a punto de ingresar en Princeton, cumplía 18 años y se graduaba con el mejor promedio de su clase en su internado. Él quería estar presente. También visitó a otra hija, la ex periodista del New York Times, Alex Kuczynski, y habló en el Consejo de Relaciones Internacionales donde la mitad de los participantes lo conocían por su presencia anterior en el Banco Mundial, la Universidad de Oxford, First Boston Corp. y la cancha de squash.
A la comunidad de negocios les gustan ambos. Cuando Fujimuri fue derrotada en 2011 por el presidente Ollanta Humala, Kuczynski hizo campaña a favor de ella. Pero naturalmente, las elecciones consisten en establecer distinciones.
A diferencia de sus vecinos, Perú no ha sido bastión del populismo izquierdista en estos últimos años sobre todo porque en los años 1980 sufrió bajo la amenaza terrorista de la organización Sendero Luminoso. El padre de Fujimori, Alberto, que obtuvo una victoria sorpresiva en el elección de 1990, eliminó al grupo e introdujo aspectos económicos orientados al mercado. Posteriormente, se descubrió que había permitido escuadrones de la muerte y había participado en actos de corrupción, y actualmente está en la cárcel.
Kuczynski fue encarcelado pero logró salir a los pocos días. Viajó al norte, entrando en Ecuador con el agua llegándole hasta el cuello y continuó caminando durante casi tres semanas. Viajó a Washington y fue contratado por el FMI, lo cual le garantizó inmunidad diplomática, permitiéndole sacar del país a su esposa y a sus hijos, que en ese momento se hallaban bajo arresto domiciliario.
Regresó a Perú en los años 2000 y creó una ONG para construir suministros de agua destinados a comunidades pobres y fue ministro de Finanzas dos veces así como también primer ministro. Su primera candidatura presidencial fue en 2011, cuando no logró pasar la primera vuelta. Esta elección podría ser su despedida.