Sebastian Vettel, piloto tetracampeón de la escudería Infiniti Red Bull Racing, visitó el Red Bull Ring en la antesala del Gran Premio de Austria. Ahí, él y Gerhard Berger – leyenda austriaca del automovilismo – se turnaron para manejar los controles de dos vehículos de Fórmula 1 muy especiales: el RB8 que llevó a Sebastian a conseguir cinco victorias y su tercer título mundial, y el Ferrari F1 87-88C que Berger utilizó para ganar el Gran Premio de Italia en 1988.
La subsiguiente conversación da una fascinante introspección a la forma en que dos pilotos, de dos eras muy distintas de la Fórmula 1, ven los tiempos en que cada uno conduce y la maquinaria a su disposición, incluyendo algunos consejos que Gerhard le dio a Seb en caso de que en alguna ocasión el joven piloto desee recrear una vuelta en el intimidante y antiguo circuito Österreichring, casa del automovilismo austriaco de 1970 a 1987, y el antepasado directo del actual Red Bull Ring.
“Competir en Austria siempre fue algo especial” – Gerhard Berger.
Las actividades del día iniciaron cuando Gerhard llevó a Seb al borde occidental del circuito original para mostrarle cómo era el automovilismo en Austria.
“Te lo tengo que enseñar; si lo ves no creerías que solíamos tener carreras de la Fórmula 1 aquí”, dijo el ex piloto de Ferrari y McLaren.
“Subes la cuesta por aquí a máxima velocidad, después hay una serie de curvas cerradas conocida como Hella S, después casi completamente cuesta arriba a la derecha está la curva Flatschach, la cual no cuenta con una zona de escorrentía, y luego viene lo mejor: la interminable recta Schönberg con todo y sus baches que está ligeramente cuesta abajo”, explicó.
“En el antiguo circuito de Österreichring solíamos conducir a un milímetro de las barreras de seguridad a 354 kilómetros por hora. No nos importaba. Hoy te preguntarás: ¿realmente esa era la situación? En más de una ocasión la práctica fue interrumpida debido a que un animal estaba en algún lado del circuito, una vaca o un venado”, relató.
“La pista ha sido magníficamente reconstruida – ha sido hecha segura, pero mantiene su propia personalidad, y ha adquirido nuevas instalaciones y estupendas tribunas que necesitas para un Gran Premio de Austria”, indicó.
“Disfrutaste manejar ahí, ¿cierto?”, preguntó Seb.
“Spielberg y Hockenheim tenían un lugar especial en mi corazón”, admitió Berger.
“Los circuitos rápidos como Spa, Monza o Suzuka siempre se me facilitaron. Sin embargo, el hogar del Gran Premio siempre fue especial. En 1986 llevaba una ventaja de media vuelta y privadamente ya estaba celebrando. Desafortunadamente, una pieza que costaba un chelín se rompió”, recordó.
“Eso fue con el Benetton, ¿no es cierto?”, preguntó Seb, refiriéndose al Benetton B186 con el cual Berger ganaría posteriormente el Gran Premio de México.
“Así es, con el turbo BMW de mil caballos de potencia”, respondió Berger. “Fue brutal. Nunca quise eso, pero cuando los manejas – como el 1988 Ferrari que está aquí – es genial: el turbo, la transmisión manual, la conducción pura”.
Esa fue la señal para que el par de pilotos probaran el Ferrari y el RB8. Berger se sentó en la estrecha cabina del Ferrari y esperó para el arranque, dirigido por tres de los mecánicos que formaban parte de su equipo en la época que conducía el Benetton.
Antes de la carrera no era claro si el ganador en 10 ocasiones del Gran Premio aún sería capaz de manejar el vehículo debido a una vieja lesión producida en un accidente de esquí, la cual le podría impedir utilizar la caja de cambios manual.
No obstante, esto no representó un problema, y Berger pronto se encontró conduciendo en la pista el vehículo diseñado por Gustav Brunner y desarrollado por John Barnard.
Seb pronto se le unió a bordo del RB8. Posteriormente intercambiaron los vehículos.
“Es extraño: ¡Los hombros están afuera al aire libre!”, expresó Seb sobre el Ferrari durante un ingreso rápido a los pits. “¡Por primera vez puedo ver las montañas desde la pista! Actualmente las piernas van hacia abajo en lugar de hacia arriba. ¡Esto es tan puro, tan directo! No sientes la velocidad en las curvas debido a la falta de la fuerza de adherencia, pero tiene mucho poder. ¡Fantástico!”.
Berger tuvo unas palabras de consejo: “Si se llega a deslizar, se desliza muy suavemente. Notarás que es un vehículo mecánico y no aerodinámico. En las curvas rápidas no intentaba hacer mucho porque le tenía mucho respecto. Es como conducir vehículos de la vieja escuela: tienes que pisar el acelerador de una manera precisa y hacer los cambios de manera limpia”.
Después de conducir el vehículo del otro, los pilotos se pusieron a comparar notas, y coincidieron en que la mayor diferencia estaba en el frenado.
“En el Ferrari te podías simplemente arrastrar, mientras que Gerhard sintió el freno de carbono moderno como una piedra”, expuso Sebastian.
“Le tengo mucho respecto a la manera en que el Ferrari atraviesa los baches y al empuje del motor. ¿Cuánto poder tenían en esos tiempos? ¿650 caballos de fuerza?”, preguntó Sebastian.
“Había un poco más”, respondió sonriente Berger, reflexionando sobre las vueltas que condujo en el circuito. “Competir en Austria siempre fue algo especial”.
“Estoy muy contento. Fue genial estar aquí de nuevo”, concluyó Seb.