Dado que el ingreso económico no es suficiente para reflejar la calidad de vida de las personas, el bienestar y la felicidad son los nuevos indicadores para medir el grado de desarrollo de los países, así como para elaborar leyes y políticas públicas que incluyan estos conceptos.
Lo anterior fue señalado por Tania Mijares, directora de Generación Felicidad, quien señaló que no existe coincidencia entre los países que ocupan los primeros lugares en cuanto a su Producto Interno Bruto (PIB) y los que encabezan la lista mundial de países más felices.
México se ubicaba en el lugar 85 en el año 2012 en cuanto a su PIB per cápita, el cual se estimaba en 14 mil 800 dólares, por debajo de países como Argentina, Chile, Gabón, Puerto Rico y Uruguay. Sin embargo, de acuerdo con el estudio realizado por el Instituto Nacional de Geografía e Informática (INEGI) en 2011, los mexicanos encuestados dijeron que, en una escala del 0 al 10, se ubican en 8 en cuanto al nivel de satisfacción de vida y, en materia de felicidad, se colocaron en el 8.4.
Bután fue el primer país que desde 1972 comenzó a medir la felicidad de sus habitantes. El rey de este país concluyó que el motor del desarrollo de su reino debía ser la felicidad interior bruta (FIB) o el Índice Nacional de Felicidad (en inglés: GNH, Gross National Happinnes). En su opinión, el progreso de su pueblo no podía medirse únicamente por el dinero; el desarrollo económico debía ir acompañado del desarrollo cultural, espiritual, medioambiental, así como de un buen gobierno.
A instancias de esta nación, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó por consenso una resolución titulada “La Felicidad: hacia un enfoque holístico del desarrollo”, en la que “considerando que la búsqueda de la felicidad es una meta y una aspiración humana universal” y “reconociendo que el Producto Nacional Bruto es un indicador que no fue diseñado para reflejar la felicidad y el bienestar de la gente”, invita a los Estados a “desarrollar nuevos indicadores” y adoptar otras medidas para que “la felicidad y el bienestar” puedan orientar las políticas públicas.
En este contexto, este 20 de marzo se celebra el Día Internacional de la Felicidad, resolución decretada por la Asamblea General de la ONU el 12 de julio de 2012, con el propósito de “reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y la importancia de su inclusión en las políticas de gobierno”.
Tania Mijares señaló al respecto que “Si bien es cierto que la felicidad es subjetiva y no se puede garantizar que la gente sea plenamente feliz, el hecho de que instituciones como la ONU y los gobiernos de muchos países comiencen a reconocer que el bienestar es una condición para que la gente tenga calidad de vida es un cambio radical en la forma como hemos entendido el desarrollo en este planeta”.
Otros países, como Japón y Corea del Sur, han incluido el concepto de felicidad en sus constituciones; Canadá ha adoptado el Índice Nacional de Bienestar; en Brasil, un grupo importante de legisladores está trabajando para incluir “alcanzar la felicidad” como un derecho inalienable como son la educación, el trabajo, la alimentación y la salud y, finalmente, en el Reino Unido se creó la iniciativa “Acción por la felicidad” (Action for Happiness) en la cual trabajan economistas, políticos, abogados y psicólogos y buscan generar políticas públicas que promuevan la felicidad entre sus habitantes.
En México, como parte de los compromisos adquiridos en la Conferencia Latinoamericana para la Medición del Bienestar y la Promoción del Progreso de las Sociedades que se llevó a cabo en la Ciudad de México en 2011, el INEGI tomó la decisión de levantar la primera encuesta sobre satisfacción de vida y bienestar sustantivo. Para el INEGI, “el bienestar subjetivo se centra en cómo son experimentadas por la persona sus condiciones de vida” y comprende tres grandes dimensiones: Calidad de vida, progreso material y sostenibilidad.