Por Alejandro Rivero-Andreu Salas
Si nos atenemos a las cifras, la economía mexicana ofrece pocas razones para justificar el entusiasmo durante este año. El Banco Mundial estima que el Producto Interno Bruto (PIB) del país crecerá 1.8% en 2017, y el Fondo Monetario Internacional calcula el rubro en 1.7%. En ambos casos, el resultado supondrá una retroceso significativo: en 2016, según datos del INEGI, el PIB de México aumentó 2.3%.
En este contexto de desaceleración económica, las familias mexicanas, más que asumir actitudes pesimistas u optimistas, necesitan comprometerse con la planeación financiera, que abarca detectar oportunidades de ahorro y evitar gastos prescindibles para cuidar los ingresos del hogar. El objetivo de dicha proyección, por supuesto, no es causar pánico, sino estar mejor preparados para lidiar con un ambiente en donde no faltarán los desafíos (incremento de los precios, desempleo e inflación, entre otros).
El ejercicio de planeación también revelará aspectos familiares que tienen que protegerse a toda costa, es decir, inversiones que el hogar no debería cancelar. En esta esfera, los recursos que se destinan a la educación de los hijos son un tema incuestionable, en especial si se trata de jóvenes que están concluyendo la preparatoria o ya asisten a un campus universitario.
Esta cuestión resulta irrebatible por una razón concreta: sin formación académica de nivel superior, los jóvenes —y en buena medida, su entorno familiar— difícilmente aspirarán a mejores condiciones de vida. Por eso, si hoy suprime el capital que dedica a la educación con el fin de superar una coyuntura económica, un hogar pone en riesgo su porvenir.
Un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) es muy elocuente en ese sentido. En México, afirma el documento:
- Cada año de escolaridad cursado incrementa la remuneración laboral entre 8.2% y 8.4%.
- 3 años de formación media superior incrementan en 19.8% los ingresos de un mexicano.
- Entre 4 y 5 años de educación superior pueden aumentar en 52.3% las remuneraciones.
Estos indicadores confirman, apunta el PNUD, que quienes dejan de invertir en formación académica acaban por “sacrificar rendimientos futuros por ingresos presentes”.
Para fortuna de los hogares mexicanos, tal sacrificio —frenar el desarrollo educativo de un joven— es una medida drástica que es factible eludir, incluso en entornos económicos que no parecen prometedores. En la industria financiera del país, las familias encontrarán productos especializados que permiten “blindar” la educación superior de los hijos: contar con recursos que, sin dañar el presupuesto de casa, aseguran el paso de la preparatoria a la universidad, o que evitan la deserción universitaria por cuestiones monetarias.
Así, en su ejercicio de planeación financiera para 2017, los hogares mexicanos con hijos jóvenes deberían incluir una revisión y evaluación de dicha oferta. En este sector, los mejores productos se distinguen por una característica principal. Su perfil, enfocado en educación superior, no implica lidiar con cláusulas y compromisos disparatados, que en ambientes de desaceleración económica pueden resultar muy peligrosos. De hecho, son instrumentos fáciles de utilizar, alineados a las necesidades de la educación de nivel superior, transparentes en sus términos y condiciones, y apegados a las prácticas estándar de la industria financiera; de ahí que brinden ventajas como:
- Son reconocidos por universidades de prestigio.
- Dan cobertura al 100% de los estudios sin fijar montos límite, ya que se otorgan los recursos que requiere la carrera elegida.
- Se estructuran a partir de pagos mensuales fijos y tasa de interés fija.
- Su monto puede abarcar diversos trámites: inscripción, titulación, posgrados, entre otros.
- Se pueden combinar con una beca.
- Ofrecen periodos de pago accesibles (como hasta dos veces el periodo de estudios financiados).
Para la economía de las familias mexicanas, este año traerá grandes desafíos, retos que generan cifras y proyecciones preocupantes, pero que no debemos calificar como invencibles. En ese sentido, 2017 nos puede ofrecer una extraordinaria lección: incluso en los momentos difíciles, no podemos perder de vista las prioridades, las acciones que realmente contribuyen a crear un futuro mejor.