Los mexicanos se caracterizan por estar muy apegados a sus costumbres y tradiciones, algunas de las cuales son conocidas en todo el mundo, como la celebración del Día de Muertos y las Luchas Libres. Otro elemento importante dentro de esas tradiciones son las piñatas, que con sus variadas formas y sus brillantes colores traen alegría a las fiestas de cumpleaños y en fechas como la celebración del 15 de septiembre o Navidad.
Hugo Álvarez conoce bien todo el trabajo y cariño que hay detrás de una piñata, ya que lleva 29 años en el negocio del diseño y producción de estas piezas típicas. Él nunca pensó que terminaría dedicándose a esto, sin embargo, heredó la tradición de su papá, quien a su vez la recibió de su abuelo y así sucesivamente hasta sumar 5 generaciones de artesanos del papel y el engrudo.
Su bisabuelo comenzó fabricándolas de carrizo, una planta similar a la caña y que se encuentra con facilidad en México, para luego utilizar ollas de barro y posteriormente papel, cartón y engrudo, siendo estos materiales los más populares en la actualidad. Estas piezas artesanales tienen diferentes formas que pueden ser tan variadas como la imaginación y las habilidades del artesano lo permitan, desde grandes cubos hasta luchadores o personajes de cuentos y caricaturas.
De acuerdo con Hugo: “la forma más tradicional es la estrella de 7 picos, los cuales representan a los 7 pecados capitales. Y cuando le vas a pegar, te cubren los ojos, porque eso representa la fe ciega que uno tiene para acabar con la maldad. Entonces, cuando la gente le pega con un palo y la rompe viene la recompensa, que son los dulces o la fruta que se le pone adentro”.
Han pasado ya casi 90 años desde que el bisabuelo del señor Álvarez comenzó a fabricar piñatas y todo parece indicar que la tradición continuará, ya que Isaac y Frida, hijos de Hugo, trabajan con él en la fabricación de estas piezas. Ambos aportan su toque a los diseños y son todos unos expertos en esta arte. De igual forma, su esposa, Alicia, aporta su granito de arena, ya que ambos son responsables del local donde venden sus piñatas.
Las piñatas, sus colores y formas han cambiado de generación en generación, sin embargo, lo que permanece es la magia que hay alrededor de ellas, las sonrisas que ocasionan, el clásico “¿cruz o cuernos?” y las sorpresas que esconden en su interior. Y gracias al trabajo y la creatividad de familias, como los Álvarez, esta tradición continuará a lo largo de muchos años más.