Erin O’Malley, Senior Solutions Marketing Manager de Gigamon
Actualmente, esperamos la máxima comodidad en todo. Pero: ¿a qué costo? Cada día me pregunto si esa comodidad que buscamos a través de la tecnología, de verdad vale la pena al estar potencialmente expuestos a riesgos informáticos constantemente. Hackeo tras hackeo, la confianza en las instituciones, gobiernos, bancos, instituciones de salud y de servicios se erosiona. Queda en duda la habilidad real que tienen para protegernos a protegerse a sí mismos.
La conveniencia, beneficios y eficiencia de la interconectividad son destruidas por cibercriminales que no conocen límites y que difícilmente desisten en su afán por hurtar o manipular maliciosamente la información una vez que han elegido un blanco. Estoy sinceramente cansada de escuchar: “hackeo esto y hackeo aquello…”, a veces pienso que deberíamos dejar de poner todo en línea y regresar a usar lápices.
Por otro lado, y porque no soy una persona que trabaje mucho con lápices, no negaré la eficiencia continua y las maravillas que el Internet trae a nuestra sociedad y economía. No importa cómo nos roben, es una situación terrible. Y aunque el comercio electrónico es una de las vías más seguras para comprar, sigue siendo un tema de seguridad cuando se utilizan datos robados de tarjetas clonadas para hacer compras por Internet o realizar cargos a tarjetas desde cualquier parte del mundo.
Los ataques informáticos roban mucho más que nuestros datos. Se roban nuestra confianza y el que esta confianza se vaya, es un aspecto preocupante de los hackeos; un sentimiento generalizado de incertidumbre hacia las nuevas tecnologías. Esto se agrava con el gran déficit de profesionales de seguridad informática que existe actualmente. De acuerdo con un reporte de Cisco, 1 millón de puestos de trabajo en ciberseguridad a nivel mundial están vacantes.
Se dice popularmente que una vez que somos mordidos, nos volvemos doblemente reservados. Justamente ese es el efecto que tienen los hackeos en todos nosotros. La pérdida de confianza conduce a la renuencia y, peor aún, a la indecisión potencial. Por supuesto que queremos que toda la gente empiece a ser más cuidadosa en su forma de utilizar la tecnología y cómo protege su información. Recordemos que los correos electrónicos son para siempre. Pero, ¿dónde debe colocarse nuestra confianza (tiempo, energía, recursos, dinero) si, al final, continuamente terminamos haciéndonos más vulnerables?, ¿qué es lo que debe pasar para sentirnos más protegidos?
Tal vez los sistemas en línea y dispositivos IoT deban ser diseñados para ser más seguros desde fábrica. O tal vez, un proceso de automatización de seguridad que ayude a proteger la multitud de dispositivos que vienen a conectarse masivamente a la red. La intervención manual, al parecer, ya no es una opción.