Los DIOK’s son un sub segmento dentro de los ya conocidos DINKY’s: parejas que han tomado la decisión de aplazar la paternidad. La idea de tener hijos no la han descartado del todo, únicamente la han puesto en pausa, pues en el corto plazo tienen planes de libertad y exploración: desarrollarse profesionalmente y gozar de un estilo de vida en donde lo primordial sea vivir nuevas experiencias. Por eso, acceder a los últimos gadgets, visitar restaurantes y viajar, son algunas de sus actividades cotidianas. Para los DIOK’s, ser papá de manera intermitente, se convirtió, precisamente, en una de esas experiencias extra para que la vida valga la pena.
Los DIOK’s están reconfigurando la imagen y posición tradicional de los adultos, fomentando la relación uno a uno con los niños: casi como peers. Para ellos, las relaciones tíos-sobrinos típicamente verticales y lejanas, ya no están vigentes. Los DIOK’s construyen de manera orgánica una relación más estrecha, libre de solemnidad y distinciones entre el mundo adulto y el infantil.
La convivencia entre ellos está lejos de considerarse una obligación, los DIOK’s abren tiempos en su agenda para convivir con su sobrino favorito. Es la pareja quien busca un momento para estar sola con sus sobrinos, entre menos invitados, mejor.
Los DIOK’s destinan gran parte de sus ingresos a la convivencia con sus sobrinos, el consentir a los niños los puede llevar a gastarse grandes cantidades de dinero, pero asumen los gastos porque significan satisfacción para ambos. La pareja no necesita un motivo o justificación racional para realizar una compra, muchas de ellas son prácticamente espontáneas.
No es una relación meramente material. El motor del “consentir” es un interés genuino por el bienestar de los niños. Saben que dentro de esta relación también son responsables en el terreno emocional y les brindan apoyo afectivo.
Esta microtendencia es una demostración más de cómo las etapas de vida cada vez se hacen más borrosas y los consumidores, constantemente brincan entre segmentos. A veces los adultos se comportan como niños y viceversa.
Por ello, como marcas siempre hay que ofrecer experiencias que fusionen los valores de ambos mundos: el adulto y el juvenil.