México se ubica como el segundo país de Latinoamérica que registra más startups. En contraste, 38% de las Mipymes del país señala que la razón por la cual no crece es la falta de crédito, y cerca de 7 de cada 10 no lo solicitarían debido a las garantías y trámites que se requieren para obtenerlo.
De acuerdo con el Centro para el Desarrollo de la Competitividad Empresarial, el 75% de los nuevos negocios en México no sobrevive a los dos años de vida. Las tres principales razones por las que una startup abandona el negocio en América Latina son la falta de rentabilidad, problemas personales y dificultad para encontrar financiamiento, según el Global Entrepreneur Monitor.
Marciano Verdi, fundador y CEO de la company builder Marcap, apunta que el ecosistema de emprendimiento suele ser muy agotador y que en algunos casos, la carencia de información y de asesoría en temas que escapan al área de experiencia del emprendedor puede condenar a una buena idea de negocio. Para evitar este inconveniente, al momento de buscar capital para impulsar a la startup se recomienda considerar si conviene financiarse por cuenta propia o se recurre a capital externo, para lo cual se pueden considerar dos alternativas: Venture Capital o con bootstrapping.
El Venture Capital, que en español se conoce como capital de riesgo, es un modelo de financiamiento en el que un fondo de inversión inyecta dinero en una startup a cambio de tener participación accionaria en esta. Es decir, el emprendedor cede una parte de sus acciones y deja de ser dueño del 100% de su negocio, pero recibe un capital importante para encauzar, hacer crecer o potenciar su idea.
“La aportación de un venture capital o una plataforma al estilo company builder va mucho más allá de la parte financiera. El modelo, conocido como aportación “smart money”, aporta conocimiento especializado, tutorías, estructura y relacionamientos de negocio, que pueden hacer la diferencia a la hora de darle tracción a la startup”, complementa Verdi.
La OCDE apunta que en México las startups obtienen solo un 5% de su financiamiento a través de este modelo, una cifra muy baja si se compara con Estados Unidos, en el que el porcentaje se ubica entre el 20 y 47%.
Por otra parte, el bootstrapping hace referencia al dinero que se obtiene de ahorros personales, colaboraciones de círculos cercanos como amigos y familiares e, incluso, de los pequeños ingresos que ya haya producido la startup en sus primeros meses de operación. En estos casos, por lo general el capital es más reducido, pero los emprendedores conservan la totalidad de las acciones y tienen más libertad de actuación.
Los dos modelos tienen pros y contras, pero ambos van a depender de la idea de negocio y de la visión empresarial de los fundadores. En muchos casos, los fondos de capital de riesgo o colaboradores cercanos se niegan a financiar un proyecto porque no lo ven viable o no confían en la capacidad de continudad de negocio. En este punto, los emprendedores deben revisar su propuesta.
“Parte de las razones que ocasionan el fracaso de empresas jóvenes se encuentra en la falta de conocimiento. La experiencia, elnetworking de inversión y de tutorías que proporciona una company builder pueden hacer la diferencia entre el éxito o el fracaso de un nuevo negocio”, explica Verdi.
La OCDE señala que las startups promueven la innovación, generan empleo de buena calidad y son parte fundamental para aumentar la productividad de los países, lo que justifica más que nunca que los emprendedores busquen esquemas que les ayuden a generar proyectos exitosos y eviten que pasen a engrosar ese porcentaje de empresas que desaparece a los dos años.