“A finales de 2016, los inversionistas esperaban un euro bastante débil. La razón principal residía en las perspectivas políticas tan divergentes entre EEUU y la zona del euro. En EEUU, la elección de Donald Trump y su ambiciosa política fiscal para impulsar el estímulo económico contrastaban con el riesgo del populismo en el Viejo Continente. Las elecciones por suceder en Austria, Holanda y especialmente, en Francia, dejaban poco margen de duda a la llegada de un partido populista y anti-euro en uno de dichos países. Los inversionistas optaron por dirigirse hacia la mejora potencial en el panorama económico estadounidense, con una hábil endurecimiento de la política monetaria, en vista del riesgo de una ruptura de la Euro zona.
La fortaleza del dólar estaba más que justificada y el euro debía depreciarse en la paridad con el
billete verde.
Sin embargo, este no fue el escenario que surgió al final. La política económica actualmente es inexistente en la Casa Blanca y el ciclo económico envía señales de alerta a pesar de un desempleo muy bajo. Este es un tema de gran interés para los historiadores: seis meses después del arribo de un nuevo presidente a Washington, aún no hay signos de una política económica.
Esto es un desastre y probablemente sea también algo histórico. En la zona euro, el escenario que emergió finalmente desvaneció el poder para todos los partidos populistas. El riesgo de una ruptura del área es hoy mínimo, ya que los europeos están a favor de Europa. Esto es lo que han demostrado las recientes elecciones, particularmente en Francia, pero también en las diversas votaciones. El balance político ha cambiado enormemente en un lapso de seis meses.
El euro ya no cuenta con razones políticas para debilitarse y el dólar no tiene motivos políticos
para fortalecerse…”