Estudio analiza la agricultura familiar

La agricultura familiar especializada y diversificada, fundamental para el dinamismo rural y la contribución a la alimentación global.

En el marco del Año Internacional de la Agricultura Familiar 2014, y de un interés declarado de gobiernos nacionales y organizaciones internacionales en el desarrollo de políticas, programas y acciones de apoyo para este tipo de agricultura en América Latina, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural realizaron un estudio sobre la agricultura familiar (AF) centrado en seis países: Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala y México.

El documento forma parte de un trabajo más extenso, Análisis de la pobreza y desigualdad rural en América Latina, y tuvo como objetivos establecer una tipología y parámetros de comparación en la región; comprender con una visión amplia y con perspectiva territorial los procesos que inciden sobre la agricultura y el desarrollo rural, y ofrecer recomendaciones de política pública agricultura-familiartendientes a garantizar la estabilidad a mediano y largo plazo de este tipo de agricultura.

La AF es predominante en el mundo: implica a la gran mayoría de unidades productivas, al sumar alrededor de 2.3 millones (38% de ellas ubicadas en China y 20% en la India), que cubren un 14% de la tierra. El 85% de esas unidades tiene superficies inferiores a dos hectáreas, y se estima que en África cubren entre 70% y 80% del abasto alimentario. Datos del Banco Mundial indican que en los países en desarrollo habitan 5 mil 500 millones de personas, y 3 mil millones de ellas viven en áreas rurales, esto es casi la mitad de la humanidad. De esos habitantes rurales, 2 mil 500 millones pertenecen a hogares involucrados en la agricultura y mil 500 millones de ellos están en hogares de pequeña producción agrícola. En América Latina los predios agrícolas de pequeña escala ocupan casi 35% del total del área cultivada.

El documento –que presenta análisis y conclusiones para cada uno de los seis países, así como recomendaciones regionales generales y particulares para los diferentes tipos de AF- afirma que la permanencia y participación de ésta son fundamentales ante el reto de alimentar a los 9 mil millones de personas que habitarán el planeta en el año 2050. Ello, en el contexto del cambio climático y la transición demográfica, quizá los dos procesos estructurales más trascendentales que afectan al orbe.

Subraya que la AF juega un papel clave en la diversificación de las economías locales, por un lado, mediante el suministro de mano de obra para los sectores no agrícolas, y por el otro, con el impulso de la demanda de bienes y servicios. “En este sentido, los territorios que presentan los indicadores de desarrollo económico y humano más dinámicos y equilibrados son también aquellos en los que la agricultura familiar tiene una presencia y contribución importante”, dice.

Entre las consideraciones sobre la AF que hace el estudio destacan: que se caracteriza por ser heterogénea y diversa; que los agricultores en general, y en particular los familiares, obtienen cada vez más parte de sus ingresos por actividades no agrícolas, e incluso de las transferencias gubernamentales y de las remesas; y que la unidades productivas caracterizadas en el concepto de AF no son necesariamente pobres o pequeñas y mucho menos desconectadas de los mercados, de las ciudades y de la dinámica social en general.

Asimismo, que la condición de pobreza rural –asociada en el pasado a la agricultura de pequeña escala, por su aparente falta de eficiencia económica- está relacionada más bien con medios de vida frágiles y vulnerables; con limitaciones ambientales, tales como ecosistemas semiáridos y terrenos con poca fertilidad, e incluso con legislaciones cada vez más restrictivas.

También resalta la importancia de que los análisis actuales del medio rural han dejado atrás la perspectiva puramente agrícola y han pasado a mirar los procesos sociales y económicos más amplios, vinculados a la dinámica de los territorios, los actores colectivos, la gobernabilidad institucional, temas de género y la sucesión generacional. “Cualquier discusión sobre la agricultura familiar debe contemplarse en el contexto de estos cambios en la agricultura y el desarrollo rural”, dice.

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